● El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, rechazó las demandas de Donald Trump, quien insiste en que Ucrania debe ceder la mitad de sus recursos naturales estratégicos. Trump asegura que Kiev debe pagar 500.000 millones de dólares por la ayuda recibida desde 2022, cuando Rusia invadió el país. Zelenski afirmó que ese monto fue un subsidio de la administración Biden, no un préstamo.
● La tensión escaló tras la visita del secretario del Tesoro, Scott Bessent, a Kiev. Bessent presentó un borrador que otorgaría a Washington derechos sobre tierras con titanio, litio y uranio, esenciales para tecnología y defensa. Zelenski se negó a firmar y denunció que el acuerdo no ofrecía garantías de seguridad contra futuras agresiones rusas.
● Trump, desde la Casa Blanca, defendió su postura. Argumentó que los estadounidenses merecen una compensación por “haber salvado a Ucrania”. Sin embargo, expertos señalan que la guerra debilitó tanto al país que su capacidad de negociación es mínima. Rusia controla ya el 20% del territorio, incluyendo zonas ricas en minerales, y la ayuda occidental no logró revertir esa pérdida.
● La situación expone una paradoja: EE.UU., que financió a Ucrania contra Rusia, ahora busca exprimir sus recursos en un momento de vulnerabilidad. Zelenski alertó que aceptar este trato hipotecaría el futuro de generaciones y acusó a Trump de ignorar el costo humano de la guerra.
💰Cuando la limosna es grande
● La presión de Trump sobre Ucrania revela un patrón en la relación con EE.UU.: la ayuda nunca es gratuita. Kiev, que confió en Washington para resistir a Rusia, hoy enfrenta una factura impagable y la amenaza de perder su soberanía sobre recursos clave. El mismo país que lo sostuvo en una guerra imposible de ganar ahora lo acorrala, transformando un supuesto acto de solidaridad en una deuda colonial.
● Este caso resuena en naciones que, históricamente, se alinearon con EE.UU. creyendo en su apoyo desinteresado. Desde América Latina hasta Asia, muchos descubrieron tarde que el respaldo yanqui viene con intereses ocultos: bases militares, contratos leoninos o explotación de recursos. Al final, el precio de apoyarse en Washington supera con creces el beneficio inicial. Ucrania, exhausta y endeudada, es el último ejemplo de que, con EE.UU., la factura siempre llega.
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